NOVEDADES

ARTÍCULO

CHE GUEVARA: UN OCTUBRE PARA BOLIVIA

por María del Carmen Ariet

Las circunstancias actuales, complejas y agitadas, no permiten en ocasiones vislumbrar la inmediatez delos caminos a transitar. De ahí que, además de útil, sea necesario retomar hechos particulares de la memoria histórica de nuestros pueblos para sentir que los espacios y sus tramas se engarzan y mantienen su vitalidad, y demostrar con su presencia y valía el accionar de los hombres que las representan.

Por ello, es legítimo retrotraernos a hechos que, a pesar del tiempo transcurrido, se muestran y revelan como parte de la historia que nos pertenece, se presentan en toda su estatura y dimensión, por ser atributo de lo mejor a que los seres humanos pueden aspirar: la plena liberación del ser humano. Así, sin complacencia y como parte de su proyecto político, surge la Bolivia que el Che y su grupo de valientes determinaran sacar del olvido por los muchos años de subestimación y expoliación, condensado todo en el peso de los poderosos empeñados en desaparecer la historia de los pueblos de Nuestra América y donde Bolivia no es una excepción, por el contrario, es una lección permanente.

Mucho se ha escrito de una decisión de tal envergadura y más allá de lo que han analizado sus detractores, pasado los años, existe una conciencia objetiva de la razón esgrimida, sustentada en la propia historia y en la ruptura de los lazos que la engarzan, aun sin compartirla.

El balance, visto con el prisma de los resultados de su momento, se ha analizado, en parte, como un hecho trunco y falto de objetividad, basado en la desaparición de sus actores principales, incluido a su figura más representativa, el Che Guevara. De nada ha valido analizar la contienda desde diferentes ópticas, lo militar, donde un puñado de hombres en condiciones adversas libraron batallas excepcionales, ni tampoco desde sus propósitos libertarios y soberanos para rescatar a Bolivia del olvido y la desidia.

Pasados 53 años de aquellos acontecimientos, en el que se han modulado todo tipo de alternativas, desde la barbarie hasta alcanzar lo más cercano a las reales aspiraciones de un pueblo dispuesto a transformar su propio devenir histórico, abruptamente se suceden y manipulan tendencias que estremecen y agitan a la propia historia. Sin dejar de cuestionar y analizar errores y reveses, la manera en que la oligarquía más retrógrada del continente, apañada y apoyada por la derecha imperialista, se decidió a revertir un proceso que de continuar su curso y rectificar errores llegaría a elevarse a lo más digno a que puede aspirar un pueblo y su gobierno, por más que se han empeñado en falsear al movimiento y su principal figura, el MAS y a Evo Morales.

De esa forma es que la historia nos obliga a penetrar en su devenir, nos hace mirar objetivamente y a volvernos a preguntar las razones que llevaron al Che y a su grupo de valientes a luchar por una Bolivia soberana, pero también a recordarnos que el enemigo en acecho no descarta ni disminuye la fuerza ni los mecanismos más burdos para obtener sus propósitos de dominación total, soslayando la aprobación de una parte representativa de la estructura sociopolítica boliviana y su empeño por crecer desde lo económico, legitimados en el caudal de recursos naturales que poseen.

En este breve recuento, vale la pena, pasados53 años del asesinato del Che, reconstruir sus pasos desde la juventud, sus ansias por conocer la realidad del continente y auscultar de primera mano la Bolivia revolucionaria. A través de esa reconstrucción, percibimos el firme propósito de penetrar en el intento de conocer sobre su entorno y calibrar el comportamiento de su futuro y los pasos que lo reafirmen. Ese y no otro, es ladeterminación que lleva a Ernesto a realizar dos extensos viajes que dejarían una huella indeleble en su extrema sensibilidad y en sus ansias de servir para contribuir a los cambios tan necesarios que demandaba la región, a lo que fue agregando los propios acontecimientos políticos de la época que lo impulsan a conocer los procesos revolucionarios recientes; tal es el caso de la revolución boliviana del 9 de abril de 1952, encabezada por el MNR, y que tantas expectativas causara al declararse nacionalista y transformadora.

La fecha de salida es julio de 1953, ya graduado de Medicina, cuyo antecedente es el viaje que emprendiera con su amigo Alberto Granado, entre 1951 y 1952, del que surge un compromiso ineludible para siempre. Es por ello, que no es extraña la decisión que toma el joven Ernesto al iniciar su segundo viaje en tren desde Buenos Aires hasta Bolivia, con el objetivo de conocer de cerca la realidad del país y el decursar de la revolución, cuando en carta a su madre cuenta que se dedicó a otear el panorama político de Bolivia, muy interesante y de ejemplo importante para América.

Por esa costumbre raigal del Che de anotar vivencias, lecturas y reflexiones, se tiene el privilegio de contar con opiniones veraces y que no necesitan de interpretación alguna, basta su espontaneidad y la sinceridad de un joven ansioso por conocer sin trabas ni compromisos adquiridos de antemano. Eso son los apuntes que escribiera en su diario de viaje titulado Otra vez y que explica por sí solo la intencionalidad de un nuevo encuentro, agudizado con un mayor conocimiento intelectual y una mayor visión política de su época.

Los días pasados en Bolivia alcanzan apenas un mes, quizás por circunstancias o por no sentir con total certeza lo que estaba presenciando, sin embargo, al margen de cualquier consideración interpretativa, queda su testimonio indagatorio en el que se aprecia su marcado interés por tratar de conocer algunas zonas y rasgos de su cultura. El primer impacto es la propia ciudad de La Paz, con la belleza del Illimani envolviéndola y que le da un rostro “orgullosa de sus maravillas edilicias”, después su interés por conocer lugares, quizás porque le hablaron de ello, tal es el caso peculiar de la zona de las Yungas con sus costumbres, vegetación y la influencia de la cultura negra heredada por la huida de los negros esclavos traídos para trabajar en las minas de Potosí. Después la descripción de la visita efectuada a las minas, baluarte indiscutible de la economía boliviana y que había sido una de las medidas más emblemáticas de la revolución y la presencia e influencia constante del minero con su apoyo y resistencia en el proceso.

Ese día se lamenta de la ausencia de los mineros en la mina, “no se sentía palpitar –decían los entendidos--. Faltaba el empuje de los brazos que todos los días arrancan la carga del material a la tierra y que ahora estaban el La Paz, defendiendo la revolución…”. Sin dudas, esa visita reforzó su sentido real acerca de su transformación para con el medio y el hombre portador de una fuerza inconmensurable, pero aplastada por la expoliación a que eran sometidos. Esa visión, un tiempo después, la trasladó a una poesía que titularía “A los mineros de Bolivia” en un 9 de abril, expresando en uno de sus versos su sentir: “Son los mineros de acero, son el pueblo y su dolor”.                          

Por la descripción realizada en el texto, se siente un deseo de medir una realidad política diferente de su experiencia previa, con un programa importante de cambio, pero a la vez contradictorio, faltaba dar el gran salto para transformar esa masa imbuida del sentir de la revolución, pero carente de una adecuada conciencia y educación que le permitiera enfrentar y enfrentarse a las fuerzas retrógradas; es así que juzga su visita al Ministerio de Asuntos Campesinos con ojos observadores y el asombro ante el prisma de su composición, que atónito presenciaba “un lugar extraño”, con indios de diferentes agrupaciones del altiplano, cada una con sus trajes típicos y que al entrar los empleados los espolvorean con DDT. Peculiar modo de enfrentar una revolución para entender y comprender las demandas y posibles soluciones ante los problemas heredados desde los tiempos de la colonización. A todo ello, tuvo la percepción de la penetración “gringa” y los preparativos para una intromisión en todos sus asuntos con el objetivo de dividir la revolución y la dirección del MNR al que juzgó con un conglomerado donde se notan tres tendencias que van desde la derecha, el centro, hasta la izquierda apoyada en parte por los mineros.

Ese panorama descrito y su corta estadía se resume en su posible determinación a esperar, al conocer de una posible revuelta, y de quedarse “para verla de cerca”, pero que para su desencanto no se produjo, concluyendo que el gobierno evidenciaba un fuerte apoyo en contra de cualquier opinión, “me parece sólido…”.

Esa huella se integró profundamente al acervo político cultural que con el tiempo Ernesto fue consolidando, hasta resurgir convertido en el Che de Cuba, de América y del mundo, cuando decidiera emprender sus pasos por caminos de revolución. Experiencias como la Guatemala, derrocada por las fuerzas oligárquicas e imperialistas, en 1954, su encuentro con Fidel en México y su decisión de participar de la lucha de liberación de su pueblo, el triunfo de la revolución cubana, su labor como dirigente para contribuir en el proceso de transición socialista, su visión de la política exterior tercermundista, su percepciónde la solidaridad y el internacionalismo, son expresiones y decisiones que tienen su antecedente en la sumatoria de todos los factores y hechos enumerados y la convicción profunda de que solo la lucha sería el instrumento real para liquidar con la explotación y la depredación imperialista.

Esas circunstancias y hechos presentes en su vida y trayectoria revolucionaria, fueron encontrando su verdadero cauce cuando se traza un objetivo explícito, la lucha como el instrumento necesario para un mundo supeditado por dos grandes polos, de una parte a la fuerza imperialista y, por la otra, a la denominada “coexistencia pacífica” supuestamente en manos de la ideología que poseía la más avanzada concepción para luchar por la unidad y la acción de los desposeídos, concepción expuesta en el discurso pronunciado en Argel en febrero de 1965, como antesala de las acciones que se encargaría de desatar.

Bajo las premisas y circunstancias de la época, emprende la ruta del internacionalismo, primero para reforzar la lucha en África, intento que necesitaba de una mayor unificación de las fuerzas aun sin concretar y cuyos resultados no produjeron soluciones inmediatas, después, continuar lo que sería su lucha como estrategia demostrable, Bolivia y la unidad latinoamericana como fuerza mayor para enfrentar al imperialismo.

El propósito de estas breves reflexiones no se centra en detallar los pormenores de la contienda, sus adversidades, ni sus imprecisiones, porque al no existir una victoria militar siempre se encuentran razones suficientes para enjuiciarla de forma desbalanceada y un sinnúmero de interpretaciones erradas o no, acorde con el prisma de cada analista. En realidad, en este tipo de actos siempre puede estar presente la sinrazón, apartándonos del valor y la entrega de los sujetos que los realizan, por lo que adentrarnos en esos principios éticos al ser manipulados por el enemigo de forma solapada y grotesca, con intento de exaltar estrategias desmoralizadoras para esconder ante la historia páginas que ennoblecen al hombre de cualquier latitud, son esencias que aun en el tiempo no han logrado prevalecer con justeza, aunque sus verdades se acerquen de modo inexpugnable a una realidad incuestionable.

Aunque parezca inexplicable, lo descrito permanece para algunos como irracional, para otros destructivo y para otros incierto, pero los acontecimientos que se han producido recientemente en Bolivia se acercan a ese conjunto de actos que por más que se oculten, entorpezcan o tergiversen, demuestran el sentido de verdad de acciones que no pierden su esencia en la historia y desmienten por sí solas el conocimiento que alcanzaría el Che de la realidad boliviana y el propósito de su proyecto libertario.

Si un proceso de cambio como el encabezado por el MAS y dirigido por Evo Morales, con excesos y defectos, pero con el propósito de borrar años despiadados de barbarie en contra de una civilización erigida como superior, sufrida por las masas indígenas que se vieron aplastadas y lesionadas en lo más profundo de su cultura ancestral, qué puede explicar que muchos de esos sujetos, engañados o no, sean partícipes de actos que se presentan a los ojos del mundo de crueles e irracionales; dónde está la fuerza de la razón y de qué lado luchar por ella; esa y otras interrogantes son necesarias hacerse para encontrar las respuestas que augurara el Che para la América Latina, la que será, a su juicio, escenario de grandes batallas por la humanidad para su liberación. Aun cuando los tiempos y las estrategias pueden y deben cambiar, la certeza de la batalla a librar es cada vez más evidente. Aunque los caminos encuentren nuevas rutas y nuevos escenarios, lo que sí es totalmente cierto es la idea central de la necesidad del cambio, parafraseando al Che en su conocido “Mensaje a la Tricontiental”, donde los hombres se apresten a entonar nuevos gritos de victoria.